Aparece Agamenón (entrada triunfal en carro), a quien el corifeo llama "destructor de ciudades", expresión trágicamente ambigua. Agamenón ha llegado por fin a Argos. Dirige un largo parlamento a los dioses de la ciudad, a su hogar y a los ciudadanos. Le contesta Clitemnestra con un largo discurso, hipócrita. Y acto seguido le invita a entrar en palacio pisando un hermoso tapiz púrpura (810-974). Dicho tapiz estaba normalmente reservado a los dioses. Por ello Agamenón se resiste al principio a ceder al ruego de su esposa. Lo cierto es que detrás de la decisión de pisar los ricos bordados se oculta un profundo simbolismo que anticipa, fatídicamente, el baño de sangre que le espera. Sea como sea, Clitemnestra consigue su propósito y antes de abandonar la escena camino del baño donde caerá su esposo, realiza un plegaria cargada de simbolismo.