Pericles
Sus comienzos

Era Pericles de la familia de los Alcmeónidas, familia de larga tradición política, pues no en vano se distinguieron en el siglo anterior por su oposición a la tiranía de Pisístrato. Era sobrino de Clístenes y primo de Alcibiades, personaje que se distinguirá en la generación posterior. Nación en el 495 aC. Su padre, Jantipo, un ciudadano influyente, había conocido en ostracismo y fue uno de los comandantes de la flota griega que en el 479 derrotó a los persas en Micala; su madre, Agariste, era alcmeónida. Su educación coincidió con la de los demás jóvenes aristócratas atenienses, concebidos para ser atletas y guerreros. Pero, en su caso, fue formada por el filósofo Jonio Anaxágoras, dispuesto a defender que el nous, la inteligencia, era la fuerza creadora de todas las cosas. En el año 472, todavía muy joven, fue designado como corego para montar el drama de Esquilo Los Persas. De este modo se inciaba su carrera política.

El círculo de amistades

De carácter altanero, nunca ocultó su pertenencia a la clase aristocrática, ni sus orígenes. Pero, aunque de carácter reservado, entre sus amistades no se encontraban otros políticos, sino extranjerros, filósofos, gentes de letras y artistas. Uno de sus amigos fue Heródoto, el historiador de las guerras contra los persas, y en Atenas escribió su obra, quizá estimulado por Pericles. También entre sus amigos se contaba el escultor Fidias, a quien encargó las esculturas del Partenón. Su primer matrimonio acabó en divorcio, pero luego mantuvo una relación duradera con Aspasia, famosa y culta cortesana (hetera) oriunda de Mileto. Era una mujer culta y liberal hasta extremos que escandalizaban en Atenas; de oficio maestra de retórica, fue la responsable directa de muchos de los discursos del Estadista. Su influencia cultural fue enorme y colaboró intensamente en la formación de este círculo de amistades, entre los que además debemos contar a arquitectos como Hipodamo, escritores como Sófocles o Eurípides, sofistas como Protágoras o incluso el joven Sócrates. Contra este círculo de amistades se dirigió la ira de los atenienses, quienes nunca arremetieron contra él, pero sí contra Fidias, Anaxágoras o Eurípides.

Aspasia
La rivalidad de Atenas y Esparta



Fuera de la coregía del 472 de la obra Los Persas de Esquilo, no hay datos sobre su vida hasta el 463, en que fue oponente sin éxito de Cimón, hijo de Milcíades, cabeza del tradicionalismo y hombre del momento por su talento político-militar. La acusación de Pericles se refería al escaso interés de Cimón por ganar tierras en Macedonia, lo que implica, quizá, una opción expansionista. Se supone que, en los años inmediatos, apoyó a Efialtes en la política de distanciamiento de Esparta (al contrario que Cimón). Asesinado Efialtes (461) no fue aún Pericles su sucesor. Durante tres lustros, por el estado de guerra casi permanente con otros griegos desde el 459 (Egina, Esparta, Beocia, Trecén, Acaya), los éxitos militares fueron de gran relevancia política y de Pericles sólo consta su participación en una expedición de la flota contra los aqueos (454), que venció en aguas del Golfo de Corinto, pero que no alcanzó todos sus objetivos; Atenas se alió con Argos y Tesalia, y luego con Mégara y con Mantinea, en Arcadia. Estas alianzas iban dirigidas contra Esparta y sus aliados (Tebas y Corinto). De hecho, para asegurar la defensa del golfo de Corinto y evitar una posible invasión del Ática por las tropas espartanas, Megara fue unida al puerto de Nisea por medio de una gran muralla, que los atenienses guarnecieron con tropas propias. El año 459 conquista Egina, la isla doria situada frente al Pireo, que estorbaba a la seguridad de su comercio. Todo esto hizo inevitable la guerra en tierra firme. Este es el momento (457) en que Esparta, con las manos ya libres del levantamiento de Mesenia, decidió intervenir de nuevo y buscar un aliado al norte de Atenas, decidiéndose por Tebas. Para reafirmar la hegemonía de ésta sobre las demás ciudades beocias, un jumeroso ejército espartano y peloponésico salió se presentó en Grecia central, después de atravesar el golfo de Corinto, dado que el istmo estaba controlado por Atenas. Pericles decidió salir al encuentro en Tanagra. La victoria fue de los espartanos, pero no tan rotunda como para decidirse a avanzar contra Atenas, por lo que se retiraron y los atenienses no se lo impidieron. La retirada espartana dejó beocia a merced de Atenas que pocas semanas después intervenía en la región, acabando con la hegemonía tebana y asegurándose la Grecia central.

Batalla de Tanagra
La guerra contra Persia

En contraste, la guerra contra Persia no seguía tan buen camino. Hacia el 460 se había producido una insurrección en Egipto del rey de Libia contra el dominio persa. Pericles consideró una buena ocasión para asestar el golpe definitivo a Persia y en el 459 una gran flota de 200 barcos que se encontraba en Chipre recibió la orden de dirigirse al delta del Nilo y ayudar a los insurrectos. Pero en el 456 el ejército persa contratacó, en cooperación con una flota fenicia, destruyendo a los atenienses y sus aliados, que incluso se retiró de Chipre y, a propuesta de Samos, se trasladó el tesoro de la Confederación de la indefensa isla de Delos a Atenas. El regreso de Cimón, a los diez años de exilio, dio nuevos bríos a la guerra contra Persia y a comienzos del 450 la Asamblea eligió a Cimón estratego y le encomendó una expedición naval para recuperar Chipre. En estas operaciones Cimón murió, pero se obtuvo una brillante victoria contra Persia en el 450, aunque ésta no tuvo grandes consecuencias, pues al regresar los atenienses Chipre fue abandonada a merced de los persas. No obstante, el triunfo sirvió para demostrar a Persia que Atenas y sus aliados seguía siendo enemigos respetables.

La paz con Persia y la tregua con Esparta

Muerto Cimón (después del 451, en su última campaña contra Persia, en aguas de Chipre), Atenas pactó una tregua con el Gran Rey, en términos satisfactorios. Pericles inició la liquidación de la guerra en dos frentes, estableciendo con Persia la paz de Calias (449) y con Esparta una tregua de treinta años (446). Esta doble paz significaba un grave sacrificio para el amor propio de Atenas y, muy concretamente, del partido de Pericles. Pero éste lo aceptó conscientemente. No podía edificar la democracia sobre la base de una elevación de la riqueza de Atenas sin acabar antes con la guerra. Para entonces la Liga Marítima se había consolidado como un área económica dependiente de Atenas y como una fuente de ingresos. Ello permitió dedicar esfuerzos notables a la restauración de la ciudad, muy dañada por Jerjes en el 480, y a la exhibición de su grandeza. Casi al mismo tiempo se firmó una Tregua de Cinco Años con los beligerantes griegos: ése fue el primer gran momento de Pericles. Atenas controlaba por completo, incluso con conocidos excesos (como los castigos a Naxos, 470, y a Tasos, 465), la Liga de Delos creada en 478-477 y había transferido el tesoro aliado a la Acrópolis (454), bajo control directo de los atenienses. La paz con Persia, en principio, debía suponer la suspensión del tributo federal. Pericles reunió a los aliados y a otros Estados griegos para promover contribuciones que reconstruyesen los templos dañados por los persas, ofrecerles sacrificios de gratitud y mantener la libertad de navegación mediante la presencia disuasoria de la flota federal (ateniense en aplastante mayoría). Esparta declinó colaborar, pero no la mayoría de los restantes convocados. La restauración más brillante fue, naturalmente, la de la Acrópolis incendiada por el Gran Rey, empezando por el Partenón, iniciado en el 447 (con las famosas imagen y frisos de Fidias), el templo de la Victoria y los Propíleos (que no eran ningún templo), iniciados en el 437, en un conjunto de tamaño y riqueza insólitos en Grecia.

La crisis de los cuarenta

La Liga de Delos se resentía gravemente del acuerdo pactado con los persas, después de lo cual la Confederación quedaba sin razón de ser. Efectivamente se ha podido comprobar que el año de la paz de Calias (449) los tributos de los miembros quedaron pendientes de pago. Pero ya desde unos años antes Atenas había impuesto su dominio y había convertido la confederación en un auténtico imperio: los sínodos habían dejado de reunirse, el tesoro había sido trasladado de Delos a Atenas (454) y el colegio de helenotamias se había convertido en una magistratura exclusivamente ateniense; los aliados debían acudir a los trinumales atenienses a dirimir pleitos comerciales (lo que pudo ser en origen una comodidad), pero también para juicios sobre tema criminal. Pericles, además, sentó el principio de que, en tanto Atenas tuviese a raya a los persas, no tenía que dar cuenta a los aliados de la aplicación que daba a sus tributos. Así, desde 451 se pagaron las dietas a los miembros de los jurados atenienses con cargo al tesoro de la misma. En 447-43 se inició la construcción del Partenón, que quería ser el símbolo de esa superioridad, dedicado a Atenea como cabeza de sus fiestas de integración, poderosa y conciliadora al mismo tiempo. Cuando en 444, al haberse agotado los fondos atenienses con los que se había emprendido la reconstrucción del Partenón, Pericles propuso que se aplicara el tesoro a tal efecto, La oposición oligárquica, dirigida por Tucídides de Milesia (no confundir con el historiador) aprovechó la ocasión para dirigir un violento ataque contra la política de aquél: utilizar asó el tributo de los aliados era traicionar los objetivos de la Liga (a pesar de que dicho uso beneficiaba especialmente a los ricos oligarcas, sobre quienes recaían los gastos). La lucha política terminó con el ostracismo de Tucídides (443). A partir de entonces Pericles fue elegido estratego ininterrumpidamente.

Cleruquías y colonias

A todo ellos se añadía, como una vejación más, las cleruquías que Atenas fue estableciendo en territorios confiscados a la propia Liga, como castigo por su traición al intentar salirse de la misma. En algunos casos se deportó previamente a la población nativa. Los clerucos conservaban la ciudadanía ateniense, con todos los privilegios que comportaba y con la total animadversión de sus vecinos. Cada cleruco obtenía por sorteo un lote de tierra lo suficientemente grande como para hacer de él un zeugita y adquirir su propio equipo de hoplita. De esta forma, además de dar salida a excedentes de población sin trabajo en Atenas, los clerucos servían de guarnición para controlar puntos estratégicos de la Confederación. Junto con ello, también se fundaban colonias (distintas de la cleruquías en que los colonos no conservaban la ciudadanía), como un aspecto más de la política imperialista y científicamente planificada. En 444 se funda Turios en la Magna Grecia, con la participación de personajes como el historiador Heródoto, el sofista Protágoras, que redactaría sus leyes, el filósofo Empédocles, el arquitecto Hipodamo, que trazaría los planos de la ciudad (era conocido por haber planificado la urbanización del Pireo de forma plenamente cuadriculada). Se trataba, pues, de crear una colonia modelo, que uniera a los griegos bajo el patrocinio fundador de Atenas. Con Turios la presencia de Atenas se dejó sentir más en Sicilia e Italia, constituyendo una amenaza para las actividades comerciales de Corinto. En 437 funda también Anfípolis en la costa Tracia, asegurándose el acceso al Bósforo.

La sublevación de Samos

La rebelión de la isla de Samo en 441 (bien conocida por la atención que Tucídides le presta) fue el acontecimiento que más sacudió estos años de tranquilidad. Junto con Lesbos y Quíos, Samos era uno de los miembros que gozaba de más independencia al no aportar tributo sino contribuir con su flota. Pero, cuando Atenas prestó ayuda a Mileto en una disputa con Samos, ambas flotas se enfrentaron. El propio Pericles se puso al mando de la expedición que bloqueó la isla, sin que ni Persia ni Esparta actuaran, hasta conseguir la rendición en el 439 con una condiciones muy severas, pasando a constituir un súbdito sometido a tributo (perdió toda su flota).

Reformas políticas

Las primeras medidas de Efialtes iban encaminadas a privar de todo poder político a los elementos aristocráticos, simpatizantes de Esparta y enemigos de una política ateniense en ultramar. Aunque el Areópago ya estaba limitado a los crímenes de sangre, a lo largo de las guerras contra los persas en que tuvieron que colaborar estrechamente todos los grupos había ido ganando prestigio y poder: tenía el derecho al veto que, hábilmente manejado, se convertía en la práctica en una constante interferencia de la voluntad del pueblo. Efialtes redujo nuevamente la misión del Areópago a los homicidios y vigilancia de la religión, el Consejo o Bulé perdió su poder decisorio, quedando como órgano preparatorio de la Ecclesía o Asamblea del pueblo, encargada de la vigilancia de todas las leyes y de tomar decisiones, auténtico motor de la política ateniense. La función protectora de las leyes fue traspasada a la Ecclesia con la institución de la graphé paránomos, procedimiento que permitía a cualquier ciudadano ateniense recurrir ante la asamblea popular contra cualquier medida o proyecto de ley que estuviese en desacuerdo con las leyes o el interés público. Efialtes será asesinado (461), pero Pericles continuará su labor. Las primeras medidas de Pericles estuvieron enderezadas a completar las reformas de Efialtes.
1º En virtud de una decisión (457) los zeugitas, los ciudadanos pertenecientes a la tercera clase de la ordenación timocrática de Solón, adquirieron el derecho de ser elegidos arcontes.
2º El paso siguiente (451) consistió en la institución de dos óbolos por día para los dikastai de la Helíea y la Bulé.
3º Limitó la concesión del derecho de ciudadanía a sólo aquellos que demostraran ser hijos de padre y madre ateniense.
Con todo ello no sólo se facilitaba a las clases menos pudientes el ejercicio de sus derechos de ciudadanía sin sufrir perjuicio por el abandono de su trabajo, sino que la restricción de la ciudadanía tenía un propósito claramente discriminatorio: se trataba de hacer de los ciudadanos una clase de privilegiados. Para ellos sólo era el provecho que Atenas sacaba de su imperio.

La Democracia radical

Todas la magistraturas eran por sorteo, todas las que no exigen unos conocimientos especiales. Rige el principio de la anualidad de los cargos que, en general, no son renovables. En el caso de los generales, esto habría supuesto exponerse a un desastre militar: de ahí que, al ser reelegible esta magistratura, se convirtiera en la plataforma usual de los demagogos o "conductores del pueblo" (sin sentido peyorativo, en principio). Por lo demás, todos los cargos estaban sujetos a las mismas condiciones: había que sufrir un examen para ver si se reunían los requisitos exigidos y, cuando se cesaba, había que rendir cuentas antes los tribunales. La principal fuente de poder era la asamblea, a la que asistían todos los ciudadanos: es la que decide sobre las propuestas del consejo. Ante ella hablan los retores u oradores, es decir, los políticos. No hay partidos, propiamente hablando: sólo corrientes de opinión en torno a ciertos hombres. Es la democracia directa, en que las posiciones pueden invertirse de un día a otro. Estos tribunales populares (como la Heliea) fueron objeto de muchas críticas. Solían integrarlos los ciudadanos más pobres, que lograban así unos ingresos y satisfacían el sentido de su propia importancia. Sin duda a veces cometieron abusos y parece claro que la manía de los pleitos estaba muy extendida en Atenas. De todos modos, hay que advertir que nuestros testimonios proceden casi todos de fecha posterior, la de la guerra del Peloponeso, en que proliferaban los sicofantas, denunciadores que aterrorizaban a los ricos.

Actividad constructora

El enriquecimiento monumental de Atenas corrió parejo al auge político, económico y cultural. Desde antiguo su centro era la Acrópolis, totalmente arrasada antes de la batalla de Salamina. La reconstrucción comenzó con Cimón, pero será en el 447 cuando Pericles retomó la labor, comenzando por el Partenón. Su plan fue convertirla en un magno conjunto monumental que pregonase la gloria de Atenas. En pocas ocasiones una ciudad cambió tanto en el transcurso de una sola generación. La obras fueron posible gracias a una saneada economía que contaba con dos principales fuentes de financiación: la plata de las minas de Laurión, pero sobre todo el tesoro de la Confederación. Un pariente de Cimón, Tucídides hijo de Melesias (no el historiador) se opuso a lo que llamó abusos extravagantes, pero Pericles defendió el derecho de Atenas a usar como prefiriese el dinero que la Liga pagaba para estar defendida si Atenas, en efecto, era capaz de defenderla: Tucídides fue ostracizado en el 443 y Pericles no encontró ya oposición relevante. También entre los confederados causó hondo malestar el uso que Pericles daba al fondo de una Confederación, cada vez más innecesaria, una vez firmada la paz con Persia. De entre los muchos artistas que colaboraron en la empresa destaca Fidias, quien quizá fuera el planificador general y, por supuesto el artífice de todas las esculturas.

La Acrópolis (reconstrucción) La Acrópolis (actualmente)

Se empezó construyendo una gran terraza con grandes muros de contención Reconstrucción y plano de la Acropolis La Acrópolis en la actualidad El acceso, por el Oeste, lo constituía una soberbia escalinata que terminaba en un edificio de columnas que daba entrada a la Acrópolis. Son los Propileos, del arquitecto Mnesicles, en una de cuyas alas había una galería con pinturas murales. En lo alto, a la derecha de la escalera, se elevaba el templo de Atenea Nike. Arriba, de los Propileos se pasaba a la vía sagrada, que dividía la terraza de la Acrópolis de Oeste a Este. A la izquierda se construyó el Erecteon, templo de Atenea Políada, la protectora de la ciudad, que compartía allí su culto con Poseidón. Debajo se encontraba la tumba de Receteo, uno de los míticos fundadores de Atenas. La parte más conocida es el pórtico de la cariátides, con estatuas de doncellas vestidas con peplos que sostienen el arquitrabe.

 Propíleos, la entrada a la Acrópolis  Atenea Nike y Erecteion (reconstrucción
Pórtico de las cariátides

A la derecha se elevaba el Partenón, obra del arquitecto Ictino, con soberbios grupos escultóricos y relieves de los frontones, en los frisos y en las metopas. En una época interesada por la inteligencia (sophia), interesó representar las luchas de la cultura contra la barbarie: así la guerra con los lapitas (los más antiguos habitantes griegos de Tesalia), contra los desmesirados centauros (semibestias) o las amazonas (que representaban el Oriente incivilizado). Sus dimensiones le convierten en el templo griego más grande (en Selinunte y Agrigento, en Sicilia, los hay algo más, pero inacabados). Es un templo períptero, es decir, rodeado de columnas (8 x 16), de orden dórico. Los diferentes bloque de mármol, ina vez cortados y colocados con diversas técnicas, eran ligados entre sí con grapas metálicas colocadas en agujeros prefabricados, sin argamasa, rellenos después con plomo fundido. Las proporciones del plano responden a una relación constante de 4 a 9 (30,88 metros por 69,50 metros). La misma relación se encuentra entre el diámetro de las columnas y los respectivos intercolumnios, así como entre su altura y su anchura. También tuvieron en cuenta los proyectistas la distorsión de la percepción óptica humana. Se emplearon artificios sin los cuales el visitante habría tenido la sensación de que se le caía el edificio. Para evitar esto, se elevó ligeramente el estilobato en su parte central y cada una de las columnas de todo el perímetro fue inclinada hacia el interior. En su interior destacaba la estauta de Atenea, hecha de oro y marfil, obra de Fidias.


El Partenón: detalles ténicos
Reconstrucción del edificio y de la estatua de Palas Atenea
El Partenón en la actualidad
   
La Acrópolis de Atenas (de Artehistoria)