Ciudad y Religión

El carácter fuertemente étnico de la religión griega y su concepción de la "fe" (practicar y respetar los ritos establecidos por la ciudad) entroncan fuertemente la práctica religiosa con la práctica política. La ciudad antigua era, por tanto, «totalitaria». Era impensable cualquier distinción entre lo temporal (político) y lo espiritual (religioso): los sacerdotes, sin vocación, eran los magistrados de la ciudad. Por ello era lógico que a algunos filósofos que se declaraban ateos abiertamente, o de cuyas creencias se sospechaba, se les considerara irrespetuosos con la leyes de la ciudad y el «pacto social»: no se podía ser un buen ateniense sin creer en el poder de Atenea, patrona de la ciudad, y en el de su padre Zeus. Por esta razón en los siglos V y IV se entablaron juicios contra algunos filósofos. El más célebre es el de Sócrates: acusado en el 399 «de no creer en los dioses que reconoce la ciudad, de tratar de introducir nuevas divinidades y de corromper por ello a los jóvenes», fue condenado a muerte. Antes que él, Anaxágoras de Clazómenas, el maestro de Pericles, Protágoras de Abdera y Diágoras de Melos, extranjeros los tres, pero que ejercieron en Atenas una enorme influencia, también fueron juzgados por impiedad. Los poetas trágicos, Esquilo y Eurípides, tampoco se vieron libres de tales persecuciones pero, por una incongruencia que nos puede parecer sorprendente, la comedia gozaba de mucha más libertad: Aristófanes pudo, con total impunidad, en Las aves, desafiar a Deméter a que hiciera crecer una sola espiga de trigo cuando los pájaros hubieran comido el grano, y representar, en Las ranas, a Dioniso (el dios del teatro en cuyo honor se representaba toda obra trágica o cómica) como a un cobarde y un fanfarrón, es porque, en esas bufonadas, no se tomaba nada en serio.

Escena de un funeral
La fuerza del uso

Frente a las religiones monoteístas, donde la creencia arraiga siempre en la esfera de lo sobrenatural y, en consecuencia, la fe suele hacer referencia alguna forma de revelación (así fue necesario que Dios, para darse a conocer a sus criaturas, eligiese revelarse a alguna de ellas), a diferencia de éstas, el politeísmo griego no descansa en la revelación. Nada hay que fundamente, desde lo divino y por él, la apremiante verdad. Así pues, la adhesión se apoya en el uso: las costumbres humanas ancestrales, los nómoi, transmitidos desde siempre por la tradición. "Como la lengua, el modo de vida, los modales en la mesa, el vestido, la subsistencia, el estilo de comportamiento en privado y en público, el culto no necesita otra justificación que su existencia misma: expresa la forma en que los griegos han regulado desde siempre sus relaciones con el más allá. Apartarse del culto equivaldría a dejar de ser ellos, como si perdieran el uso de la lengua". Por eso, a la religión griega se le suele denominar "religión cívica" o "de la polis", de la sociedad, donde se consagra un orden colectivo en que integra al individuo, más que ocuparse del alma (por lo menos hasta la aparición de las religiones mistéricas).

Ritos naturales

Los ritos más antiguos de la religión griega (religión sin dogma ni libro sagrado) son sin duda los ritos pastorales y agrarios, los que tienen la finalidad de garantizar la fecundidad de los rebaños y la fertilidad de los campos. Incluso el lenguaje muestra la fuerza de las creencias: los griegos no decían «llueve» o «truena», sino «Zeus llueve» o «Zeus truena». En Grecia escasea el agua, y por ello es tan valiosa. Por esta razón los ríos eran sagrados. Un ejército no atravesaba un río sin ofrecerle un sacrificio, pues el río era en sí mismo una divinidad. Hesíodo recomendaba no vadear un río decir una oración y sin lavarse las manos en sus aguas. Las ninfas, palabra que significa sencillamente «muchachas jóvenes», frecuentaban las montañas, las grutas frescas, los bosquecillos, las praderas y los manantiales; las ninfas del mar se llamaban nereidas, y sabemos que la madre de Aquiles fue una de ellas. Son divinidades benefactoras, pero pueden llegar a ser temibles, si se les ofende o tan sólo se descuida; cuando un hombre se vuelve loco se dice que "es presa de las ninfas" (ninfóleptos). Del mismo modo, las muertes súbitas de los hombres y las mujeres se atribuyen a las flechas invisibles de los dioses arqueros Apolo y Artemis.

Sacrificio ritual 
Una transacción

En cuanto a la importancia que tiene el ritual externo, se debe, fundamentalmente a que la práctica de la religión es concebida como algo parecido a una transacción comercial en la que se aplicaría las siguientes fórmulas:
1. do ut des ("doy para que me des"), en relación con las divinidades benéficas (fundamentalmente las celestiales).
2. do ut abeas ("doy para que te alejes"), en relación con las divinidades malignas o infernales.

La plegaria

El culto consiste ante todo en oraciones, sacrificios y purificaciones.
Plegaria: consistía en una llamada, con epítetos adecuados al dios, una fundamentación o recuerdo de favores ya recibidos del dios y o de ofrendas ya hechas al dios y la súplica concreta de lo que se pedía. las condiciones externas del suplicante pasaban por estar purificado previamente, portar vestidos limpios y la elevación de las manos. Se suele orar de pie, con los brazos alzados al cielo, para dirigirse a Zeus o a otras divinidades celestes o inclinados hacia el suelo para orar al Hades o a las demás divinidades de los infiernos. Se invoca el nombre del dios o de la diosa, se recuerdan los actos piadosos que se han realizado y se formula el objeto de la petición (recordemos la plegaria del sacerdote Crises en el canto I de la Iliada) Cuando se dirigen a los dioses se trata casi siempre de un intercambio, pues la ofrenda se hace para obtener un favor o una ayuda contra los enemigos. En las plegarias oficiales de la ciudad, Atenas pide a los dioses, y ante todo a Atenea y a Zeus, "el bienestar y la salvación de los ciudadanos, de sus mujeres y de sus hijos, así como la de todo el país y de sus aliados". Sacrificio: eran fundamentalmente conviviales y podían ser de dos tipos:

Sacrificio ritual
El sacrificio

Sacrificio: eran fundamentalmente convivales y podían ser de dos tipos:
-Incruentos (sin derramamiento de sangre) que consistían normalmente en ofrecer a los dioses productos del campo: granos de maíz, cebada... o en una libación: acto de derramar sobre el suelo un líquido, como vino, miel, leche... Sacrificio de animales
-Cruentos (con sangre), en los que se inmolaban para los dioses favorables animales de tez blanca, domésticos y comestibles: bueyes, cabras, ovejas, gallinas...; y para los dioses infernales, animales de color negro. También debían cumplir otros requisitos: que fueran animales sanos y sin defectos, que fueran purificados previamente, y que fueran hembras para las diosas y machos para los dioses. Los sacrificios de animales para los dioses celestiales eran los más habituales, pues en ellos la víctima se descuartizaba, se quemaban los huesos envueltos en grasa, cuyo humo se creía destinado a los dioses, y la carne se asaba en el fuego y se repartía entre los asistentes. Precisamente en estos actos públicos, generalmente financiados por el Estado, el ateniense del pueblo alcanzaba a comer carne, ya que su dieta era bastante pobre y compuesta sólo de pescado, higos, queso, frutas, etc. Las ofrendas que suelen acompañar casi siempre a la plegaria pueden ser una libación de vino o de leche, o puede consistir en algunos pasteles y dulces (pélanos) colocados ante el altar o bien hortalizas y primicias de las cosechas. Pero los sacrificios más importantes son sangrientos. En la época más antigua se creía que los dioses reclamaban víctimas humanas y el sacrificio de Ifigenia, por ejemplo, es un recuerdo legendario de esos sacrificios humanos a los, que mucho antes de la época clásica, sustituyó la inmolación de animales. Degüellan corderos u ovejas, vacas o bueyes, cerdos, cabras o carneros. Cada divinidad tiene sus preferencias: a Poseidón se le ofrecen sobre todo toros, a Atenea vacas, a Artemisa y a Afrodita, cabras. Asclepio requiere gallos o gallinas, otros dioses palomas, perros o caballos. Las hecatombes (literalmente, "sacrificio de cien bueyes") y la ofrenda a Poseidón de un triple sacrificio, el de un toro, un carnero y un verraco ya los confirma Homero. Las víctimas deben ser siempre téleioi, es decir, sanas y sin defecto. Tampoco es indiferente el sexo y el color del pelaje: a las diosas se les suelen sacrificar hembras, a los dioses del cielo animales de color blanco o claro y a las divinidades infernales víctimas de color negro u oscuro.
 La ceremonia acostumbra a celebrarse por la mañana, al amanecer. El altar está decorado con flores y guirnaldas de hojas. Los sacerdotes, vestidos de blanco, y todos los asistentes, llevan una corona. La víctima está adornada con coronas y bandas de lana; a veces se le decoran los cuernos. Con el agua lustral contenida en el vaso llamado kérnips se rocía a la víctima y a los asistentes. Se enciende un fuego en el altar y en él se arrojan granos de cebada y algunos pelos de la cabeza de la víctima. Tras la plegaria, el sacrificador, haciendo una incisión con el cuchillo, abre la garganta del animal llevándole la cabeza hacia atrás; la sangre que mana debe mojar el altar. Por lo general sólo se quema una parte pequeña de la víctima en honor del dios, como un trozo de los muslos y un poco de esa grasa cuyo olor (knisa) les gustaba aspirar a los olímpicos. La carne del animal despedazado se reparte entre los sacerdotes y los fieles, que pueden consumirla allí mismo o llevársela a casa. Sin embargo, en algunos sacrificios ofrecidos a los dioses infernales o a los muertos, la víctima se consumía por completo: es el holocausto. Con frecuencia un adivino asiste al sacrificio; examina las vísceras del animal, sobre todo el hígado, y de ello deduce indicaciones sobre la voluntad de los dioses.

Apolo purifica a Orestes  con la sangre de un lechón
Purificaciones

Purificaciones: El holocausto también se utiliza como sacrificio de purificación individual o colectiva. Los griegos, como todos los pueblos antiguos, tenían una idea terrible de la impureza ritual, impureza del ser humano por entero, cuerpo y alma, sin que surgiera el concepto, relativamente reciente, de la falta moral, del "pecado": era impuro en especial todo lo que afectaba al nacimiento y a la muerte, cualquier asesinato, aunque se hubiera matado con motivos, en legítima defensa. Sólo se podía acercar a las imágenes de los dioses y a las ceremonias del culto en estado de pureza ritual; si no cabía esperar la cólera y la venganza divinas. Todo sacrificio y toda sesión de la asamblea política de Atenas, empieza con ritos de purificación, de lustración. Había que purificar cualquier casa en la que acabara de producirse una muerte, y con ella a todos sus habitantes (como el palacio de Ulises tras la muerte de los pretendientes). Para estas purificaciones a menudo se utilizaba agua de mar y, si había sacrificio, casi siempre se degollaba un cerdo cuya sangre servía para la lustración. El dios purificador por excelencia era el dios de Delfos, Apolo Pitio (según la leyenda había purificado a Orestes tras matar a su madre; el mismo Apolo tuvo que purificarse tras matar a la serpiente Pitón). Cualquier palabra impía debía expiarse rápidamente, aunque sólo fuera escupiendo, pues eso tenía ya el valor de una purificación.

Pitonisa en su trípode
Oráculos

Los oráculos. Los oráculos fueron de vital importancia para la vida sociopolítica de las polis griegas. Su enorme fe en ellos hizo que algunos de los más famosos, como el de Apolo en Delfos, influyeran en los acontecimientos históricos, al ser consultados por los dirigentes y las ciudades, bien para conocer la voluntad divina, bien para solicitar consejo antes de emprender una gran empresa. De forma sucinta, un "oráculo" designaba tanto la respuesta de la divinidad cuando era preguntada por el futuro, como el santuario y el lugar a donde se le iba a consultar. Unos no tenían más que fama local y otros internacional, pero todos se caracterizan por su ritualismo y la marcada fe que ponían los consultantes (sacerdotes y el pueblo griego en general) en la palabra divina. Los procedimientos oraculares eran diversos para averiguar la palabra de los dioses. Entre los oráculos más importantes e internacionales de la antigüedad se encuentran:
    *El oráculo de Dodona, de origen muy primitivo, y consagrado a Zeus, que daba su respuesta a través de una encina sagrada.
    *El oráculo de Apolo en Delfos fue, sin duda, el más popular. De corte aristocrático, no sólo acudían a él particulares devotos, sino que su visita era imprescindible para las autoridades de la polis ante un asunto de envergadura; por esta razón, sus consejos, muy bien orientados hacia la superación de los conflictos entre las ciudades, contribuyó a establecer un punto de unión entre todos los griegos, independientemente de sus leyes o costumbres. Según la leyenda, en Delfos era donde había ido a parar por voluntad de Zeus la piedra que se tragó su padre Crono (el ónfalo). Hasta allí, a los pies del monte Parnaso, llegó Apolo y fundó uno de sus principales santuarios, después de vencer a la serpiente Pitó que moraba en el lugar. Estableció su oráculo, haciendo que una sacerdotisa, llamada Pitia o Pitonisa, en memoria de la serpiente Pitó, transmitiera las respuestas. La Pitia se sentaba en un trípode forrado de la piel de la serpiente. En una etapa anterior practicaba la "cleromancia" (agitaba en un recipiente piedras blancas y negras y sacaba a suerte la respuesta), pero en época clásica, una vez purificada con agua de la fuente Castalia, próxima al santuario, entraba a lo más profundo del templo, donde en trance por quemar hojas de laurel o por otros procedimientos pronunciaba palabras inconexas. Al otro lado de la sala, separados de ella por una cortina, los sacerdotes del templo interpretaban en forma lógica sus palabras y las transcribían para los consultantes, tras el pago de un "pelanos" o tasa por consulta.

Fiestas y concursos

En el estudio del culto las fiestas ocupan un lugar privilegiado. Como prueba de ello, en el calendario ático los meses recibían el nombre de las fiestas que en ellos se celebraban. El culto repite, en general, un motivo (cosecha, siembra, etc.), que suele estar unido a una época del año y que hace que surjan las fiestas, fijadas a su vez en un calendario. En ese momento festivo el creyente sentirá la proximidad de los dioses, él mismo se tornará divino y podrá participar junto a la divinidad de la creación. Pero la fiesta es algo más; nos son bien conocidos ciertos agones o juegos de competición que se celebraban durante los días principales de la conmemoración. Cabe pensar que primitivamente estas fiestas eran un llamamiento religioso a los habitantes de toda la Hélade y que los enfrentamientos agonales se hacían sólo para entretener a la multitud que acudía a estos festivales. De todas formas, el carácter de competición fue adquiriendo poco a poco una preponderancia tal que lo iba a situar en primer plano.

Paz y Fiestas

Las fiestas, indisolublemente cívicas y religiosas, eran muy numerosas y tenía especial brillantez en Atenas. Todas contribuían a exaltar tanto los sentimientos religiosos, como el patriotismo, la fe en los dioses y el orgullo nacional. Sólo la guerra podía interrumpir el ciclo de estas grandes reuniones periódicas o, al menos, disminuir su esplendor. Por esta razón Aristófanes nos muestra La Paz personificada, en la comedia de este mismo nombre, en el momento en el que los esfuerzos de los campesinos del Ática han logrado que por fin salga de la cueva donde yacía bajo las piedras, escoltada por dos "damas de honor": Opora, la diosa de las cosechas, y Teoria, la diosa de los espectáculos y las fiestas. El bienestar de la paz, para un ateniense del s. V, es ante todo la abundancia material y la alegría de las grandes fiestas (algo más elevado que el dicho romano panem et circenses).
En general, eran actos civiles y religiosos en los que se exaltaban tanto el sentimiento religioso como el patriótico. En la mayoría de ellas se incluían concursos gimnásticos, atlético, literarios, musicales y dramáticos. (a veces, incluso concursos de belleza, tanto de hombre como de mujeres). Cada ciudad tenía preferencia por determinados dioses, pero también había fiestas de carácter panhelénico, como Las fiestas Olimpíacas, celebradas cada cuatro años en Olimpia en honor de Zeus, origen de las famosas competiciones gimnásticas y deportivas de la antigüedad y del mundo actual: las Olimpíadas. Algunas veces un grupo de estados vecinos se unían para rendir culto a alguna divinidad común; pero la mayoría de las fiestas eran actos programados por cada polis, a lo largo de varios días, durante los cuales acudían a las ciudades gentes de polis vecinas dispuestas a contemplar o participar en las distintas competiciones. Toda ciudad tenía sus fiestas y sus cultos públicos, y, sobre todo, en Atenas no había mes en que no hubiera alguna

Algunas fiestas

Algunas fiestas son:
Las Panateneas. Se celebraban anualmente en el mes de mayo, en honor de Atena, patrona de la ciudad; pero cada cuatro años, en julio, se celebraban con especial solemnidad las Grandes Panateneas en las que, a parte de los habituales juegos gimnásticos y competiciones poéticas y musicales, se celebraba una solemne procesión, con la participación de todo el pueblo, y en la que los jóvenes llevaban hacia el altar animales para el sacrificio y el peplo que jóvenes escogidas tejían cada año para la diosa.
Las Cronia, celebradas en Julio (Hecatombeon, pero antes se llamó Cronion), en honor de Cronos (Saturno para los latinos). Las Cronia (como las Saturnales latinas) reunían a cada familia en un ruidoso banquete, pero acabaron teniendo un carácter público y nacional, celebrando el sinecismo realizado por Teseo que dio lugar al nacimiento de la polis.
En Boedromion (Septiembre) se celebraban los misterios de Eleusis (ver más adelante).
En Octubre se celebraban las Tesmoforías, fiesta de Deméter Tesmofora que vela por la siembra de los campos y por la fecundidad de las mujeres. Sólo participaban en ella las mujeres casadas, que se preparaban para esta fiesta absteniéndose durante algunos días de todo contacto sexual.
En Diciembre se celebraban las Dionisias Agrarias en honor de Dionisos, con una procesión campestre portando el falo, símbolo de fertilidad. Estas fiestas daban lugar a regocijos populares de tipo carnavalesco: grupos de campesinos trataban de mantenerse sobre odres hinchados y untados de aceite, se repartían por los caminos, cantando y bailando, a la vez que lanzaban bromas picantes y obscenas contra quienes se encontraban.
En Enero se celebraba otra fiesta en honor de Dioniso, las Leneas, así como en Marzo, con las Grandes Dionisias; en estas últimas, que marcaban el inicio de la primavera, se celebraban las grandes representaciones de teatro.