Llegado a este punto, es interesante comentar brevemente algunas cuestiones sobre la elección del disolvente adecuado para la absorción.
Si el propósito principal de la operación es producir una disolución específica, como por ejemplo ácido clorhídrico, el disolvente viene especificado por la naturaleza del producto.
Si el propósito es eliminar algún componente del gas, casi siempre existe la posibilidad de elección.
El agua es el disolvente más común utilizado para absorber contaminantes inorgánicos, también se usa para absorber compuestos orgánicos que tienen solubilidades en el agua relativamente altas.
Para los compuestos orgánicos que tienen baja solubilidad en agua, se usan otros disolventes, tales como los aceites de hidrocarburos, aunque solamente en industrias donde están disponibles grandes volúmenes de estos aceites (p. ej., refinerías de petróleo y plantas petroquímicas).
Por supuesto el agua es el disolvente más barato y más completo, pero debe darse considerable importancia a las siguientes propiedades:
1.- Solubilidad del gas.
Debe ser elevada a fin de aumentar la velocidad de absorción y disminuir la cantidad de disolvente necesaria.
2.- Volatilidad.
El disolvente debe tener una presión de vapor baja, puesto que el gas saliente generalmente está saturado con el disolvente y en consecuencia, puede perderse una gran cantidad de disolvente.
3.- Corrosión.
No debe ser corrosivo, de modo que los materiales de construcción del equipo no deben ser raros o costosos.
4.- Costo.
El disolvente debe ser barato de forma que la pérdidas no sean costosas y debe obtenerse fácilmente.
5.- Viscosidad.
Se prefiere una baja viscosidad debido a la rapidez de absorción, bajas caídas de presión en el bombeo, facilidad para la transferencia de calor, etc.
6.- Otras características.
Es además deseable que el disolvente no sea tóxico, ni inflamable, debe ser estable químicamente y tener un punto de congelación bajo.
|