(Se oye gritar dentro.)
AGA.-  ¡Ay de mí! ¡Me han herido de un golpe mortal en las entrañas!
CORIFEO.- ¡Calla! ¿Quién grita, herido de un golpe de muerte?
AGA.-  ¡Ay de mí nuevamente! ¡Me han herido otra vez!
CORIFEO.- Por los gritos de dolor del Rey, me parece que el crimen ya se ha ejecutado. Deliberemos entre todos por si de algún modo hubiera decisiones seguras.
-Os digo mi opinión: hacer correr la voz entre los ciudadanos, para que acudan aquí, a palacio.

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-Pero a mí me parece que, cuanto antes, caigamos sobre ellos y les probemos su crimen con el puñal chorreando sangre recién vertida.
-Yo soy de la misma opinión y votaré por hacer algo. No es momento de andar con demoras.
-Está visible, pues su preludio es como si dieran indicios de tiranía para la ciudad.
-Pues estamos perdiendo el tiempo, mientras, en el suelo, ellos pisotean nuestra fama de vacilantes y no se duermen en la acción.
-No sé; se me ha ocurrido un consejo que digo: es también propio del que hace algo el meditar acerca de ellos.

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-También yo pienso así, porque difícilmente podemos resucitar con palabras al muerto.
-¿Acaso, por alargar nuestra vida, vamos a ceder ante esos cabecillas que son la deshonra del palacio?
-¡Intolerable! Prefiero morir. Más dulce es la muerte que la tiranía.
-¿Por sólo unos indicios de gemidos vamos a ser adivinos de la muerte de nuestro Rey?
-Debemos hablar de ello, cuando estemos seguros. Dista mucho el hacer conjeturas de saberlo con claridad.
(Los coreutas hacen signos de aprobación.)

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-Me pongo de parte de la mayoría, que por todos lados hace signos de aprobación a esa propuesta: saber con claridad cómo se encuentra el Atrida.